lunes, 6 de agosto de 2012

Nostalgia de Inmortalidad: Cultivar nuestro Jardín Interior




¿Por qué y para qué estoy en este cuerpo, en esta familia, en este país, en este trabajo o en este planeta? El sufrimiento de los seres humanos consiste en que no podemos ver con claridad. Realizamos rutinariamente nuestras tareas cotidianas sin estar presente en ellas.

Nuestras preocupaciones habituales nos  desbordan. Lo que antes nos entusiasmaba, ahora nos aburre. Nos sentimos solos. Hastiados. Extranjeros en un mundo que nosotros mismos hemos creado. Nos sentimos  atrapados y esclavos de nuestros cuerpos.

El deseo nos hace sentir incompletos. Creemos que algo fuera puede satisfacer nuestra ansiedad existencial y mantenernos eternamente jóvenes, aliviados, productivos, bellos, activos.  En cambio el árbol, la flor, el río, la nube, el animal, aceptan los cambios.

Todo es efímero en nuestro mundo terrenal: las cosas, las personas, las relaciones, las amistades, las situaciones, nuestro cuerpo y el de los demás,  nuestros estados de ánimo y los de los de los demás,  nuestros pensamientos y emociones cambian. Igual le sucede a  las otras personas.

Nuestra cultura nos ha convencido de poner el Ser en el cuerpo, en las pertenencias, en el estatus, en el éxito, en la intelectualidad. Pero todas estas cosas se terminan, son perecederas. Y nuestro Ser Interior tiene hambre de trascender, de perdurar.

El yoga es uno de los caminos posibles para emprender ese viaje hacia nuestro interior, hacia la Plenitud del Ser Creador que está en mí, el Paraíso, hacia la Luz,   el Reino de Dios, el Nirvana, el SuperYo, el Atman, la Tierra Prometida, el Ser Interior, el Alma.

El árbol acepta que el vendaval que le arranque sus ramas. La flor acepta marchitarse, el río acepta volverse cascada, la nube convertirse en hielo, nieve o lluvia, el caballo acepta que no puede volver al hipódramo a competir.

De ninguna manera queremos aceptar que somos perecederos. Sin embargo  tenemos nostalgia de inmortalidad pues no estamos hechos para vivir eternamente en las sombras. Surge el dolor punzante de la nostalgia por la Luz. Si estoy dormido me despierta.

Pero sucede que si enfocamos nuestros pensamientos, respiración, agradecimiento, nuestras emociones  a la fuente de donde surge el Ser, a nuestro jardín interior,  percibiremos al mismo tiempo también al Ser Universal, que se nos muestra en todos lados.

El Salmo 61 nos dice que sólo en Dios, en ese Jardín Interior,descansará mi Alma. Sólo allí encontraremos la Luz, el descanso y la tranquilidad que nuestra mente nos niega porque los deseos y expectativas nos hacen sufrir. (fin)