¿Por
qué y para qué estoy en este cuerpo, en esta familia, en este país, en este trabajo
o en este planeta? El sufrimiento de los seres humanos consiste en que no podemos
ver con claridad. Realizamos rutinariamente nuestras tareas cotidianas sin
estar presente en ellas.
Nuestras
preocupaciones habituales nos desbordan.
Lo que antes nos entusiasmaba, ahora nos aburre. Nos sentimos solos. Hastiados.
Extranjeros en un mundo que nosotros mismos hemos creado. Nos sentimos atrapados y esclavos de nuestros cuerpos.
El deseo nos hace sentir
incompletos. Creemos que algo fuera puede satisfacer nuestra ansiedad
existencial y mantenernos eternamente jóvenes, aliviados, productivos, bellos,
activos. En cambio el árbol, la flor, el
río, la nube, el animal, aceptan los cambios.
Todo es efímero en nuestro
mundo terrenal: las cosas, las personas, las relaciones, las amistades, las situaciones,
nuestro cuerpo y el de los demás,
nuestros estados de ánimo y los de los de los demás, nuestros pensamientos y emociones cambian.
Igual le sucede a las otras personas.
Nuestra
cultura nos ha convencido de poner el Ser en el cuerpo, en las pertenencias, en
el estatus, en el éxito, en la intelectualidad. Pero todas estas cosas se
terminan, son perecederas. Y nuestro Ser Interior tiene hambre de trascender, de perdurar.
El yoga es uno de los
caminos posibles para emprender ese viaje hacia nuestro interior, hacia la
Plenitud del Ser Creador que está en mí, el Paraíso, hacia la Luz, el
Reino de Dios, el Nirvana, el SuperYo, el Atman, la Tierra Prometida, el Ser
Interior, el Alma.
El
árbol acepta que el vendaval que le arranque sus ramas. La flor acepta marchitarse,
el río acepta volverse cascada, la nube convertirse en hielo, nieve o lluvia,
el caballo acepta que no puede volver al hipódramo a competir.
De
ninguna manera queremos aceptar que somos perecederos. Sin embargo tenemos nostalgia de inmortalidad pues no
estamos hechos para vivir eternamente en las sombras. Surge el dolor punzante
de la nostalgia por la Luz. Si estoy dormido me despierta.
Pero
sucede que si enfocamos nuestros pensamientos, respiración, agradecimiento,
nuestras emociones a la fuente de donde
surge el Ser, a nuestro jardín interior, percibiremos al mismo tiempo también al Ser
Universal, que se nos muestra en todos lados.
El Salmo 61 nos dice que
sólo en Dios, en ese Jardín Interior,descansará mi Alma. Sólo allí
encontraremos la Luz, el descanso y la tranquilidad que nuestra mente nos niega
porque los deseos y expectativas nos hacen sufrir. (fin)